El tristemente famoso palacio negro de Lecumberri es sin lugar a
dudas, el más sinistro de los edificios que se encuentran en la
Delegación Venustiano carranza, este edificio funcionó durante muchos
años como la antigua penitenciaría y hoy luce transformado como el
Archivo general de la Nación.
A pesar de todos los esfuerzos y la inversión que se han hecho, este
edificio no puede dejar de ser en el recuerdo de mucha gente, una
verdadera pesadilla por los terribles episodios que allí se llevaron a
cabo.
“Era una noche común, casi como cualquier otra, yo estaba terminando de
limpiar las oficinas de la recepción que era la que siempre dejaba al
último de cada pesado día de trabajo., por que siempre era también, el
último lugar en el que la gente que trabajaba allí, pasaba los últimos
momentos de su jornada.
Levante unas pequeñas basuras que quedaban en el piso y pase el trapo
para limpiar el suelo por todo el lugar, para después llevar todas mis
herramientas de trabajo a una pequeña bodega donde guardo mis cosas.
La bodeguita estaba al final de un pasillo largo, se podía escuchar el
eco con cada sonido que emergía del silencio, no era la primera vez que
pasaba por ese lugar y sin embargo, no me había podido familiarizar con
los escalofríos que sentía cada vez.
Esa sensación se hacía más fuerte cada día que pasaba. Esa noche, había
terminado más tarde que de costumbre, cuando comencé a caminar por el
largo corredor, escuche un largo suspiro, que la verdad, me hizo saltar
del susto, pero por más que giré la cabeza para ver si había alguien,
no pude ver nada, me quedé sugestionado y no pude estar en calma de ahí
en adelante, solo salí y me fui a mi casa a descansar.
Jamás, en los 3 años que llevaba trabajando allí, había escuchado algo
así, aunque los compañeros que tienen más tiempo, me decían siempre y
con mucha certeza de que en el palacio, espantaban.
Los siguientes días, seguí escuchando los suspiros, pero no me sentía
con la confianza de contárselo a alguien, ni a mi familia ni a mis
compañeros de trabajo, quizás por que sabía que se burlarían o por que
finalmente, alguno de ellos me estaría gastando la broma. Quizás también
podrían decir que me estaba volviendo loco y hasta me podrían correr,
perder el trabajo era un lujo que nunca he podido tener y en ese
momento ni lo deseaba, una semana después de que escuché el primer
suspiro, me llevaría el peor susto de mi vida, trabajaba en el turno
nocturno.
Al caminar por el corredor sin mucha luz, escuché el suspiro nuevamente y
rápidamente me volví sobre mis pasos: Había un hombre sentado en la
silla de la recepción, al caminar hacia él, vi su rostro demacrado, mi
corazón sintió una opresión y el estómago me dio vueltas, un temblor se
apoderó de todo mi cuerpo y mis rodillas se negaban a flexionarse para
dar el siguiente paso, sin embargo seguí, a pesar de que podría
desmayarme en cualquier momento, a pasos muy lentos, me fui acercando al
extraño personaje.
-Quien es usted? Cómo entró aqui? Que desea? preguntaba mientras el
miedo se apoderaba también de mi voz y me hacía tartamudear y hablar muy
quedito.
Aquel hombre me clavó una mirada muy triste y suspiró, con indiferencia
agachó la cabeza y se encorvó un poco, volvió a suspirar.
-No vino otra vez, me dijo en tono hastiado
-No vino quien? Le pregunte
-Amalia ... No vino Amalia, No la ha visto usted?
La curiosidad pudo más que mi miedo y me atreví a preguntar:
-Quien es Amalia? Trabaja aquí?
-Amalia es mi esposa.
Como en una película que has visto por segunda o tercera vez, me comencé
a dar cuenta de ciertos detalles: llevaba un uniforme gris, sucio,
gastado.
Era un uniforme antiguo, quizás de 1940, no parecía ser un ente
sobrenatural, solo un viejo hombre, triste, cansado y solitario.
-Por que está usted aquí a estas horas? Ya se han ido todos.
Voltee un instante para poner en el suelo una cubeta que traía en la
mano al mismo tiempo que recargaba el trapeador en la pared, mientras
intenté hacerle otra pregunta: Trabaja usted a ...?
Al volver la vista ya no estaba. Sentí, ahora si de a de veras, que me
iba a desmayar, me tuve que apoyar en la pared para no perder el
equilibrio, mientras revisaba con la mirada, cada rincón de la
recepción. Aquel hombre se había esfumado, sin hacer ruido,
inexplicablemente, sin haber cruzado por alguna puerta cercana yo
estaba en el acceso más próximo y era tan largo que es imposible que
hubiera pasado corriendo sin que yo lo hubiera visto.
Sin embargo, corrí a las puertas que estaban en la recepción,
confirmando que estaban todas cerradas con llave y candados, gruesos
candados. Aunque hubiera tenido llaves, no hubiera sido posible que tan
delgado y tan enfermo como se veía, hubiese sido tan rápido como para
abrir el candado y la chapa y aunque así hubiera sido, Cómo diablos
volvió a cerrar los candados por dentro!?
Después de esa ocasión, nunca fue más dificil volver a trabajar en el
turno nocturno, la sugestión y mi miedo, me jugaban muy malas pasadas a
menudo y comencé a enfermarme de los nervios. Las sombras parecían
cobrar vida y el frío de las paredes de la penitenciaría me provocaba un
extraño sudor que corría desde mi nuca y a lo largo de la espalda. No
obstante, pasaron varios días sin que algún incidente similar al
anterior me sorprendiera.
Una noche no pude más y le pedía a martita -la señora que tenía copia de
las llaves donde se guardan los registros- que me diera acceso a esos
papeles, contándole por supuesto la historia que estaba viviendo.
Después de buscar por más de 3 horas en los viejos archivos, vi su
fotografía, era el, se llamaba jacinto y a grandes rasgos les contaré su
triste historia: Le apodaban el venado por que su esposa le había
engañado con su compadre y le habían puesto el cuerno, además lo
venadearon. El compadre y la esposa infiel planearon un robo y un
asesinato, ellos robaron y mataron a una señora muy rica que había
contratado a Jacinto para que trabajara en su casa como albañil. Al
darse cuenta de que esa señora tenía mucho dinero, entraron a la casa
usando el juego de llaves de jacinto y después de robar joyas y cosas
de valor, le encajaron un martillo, tomado de la herramienta de
Jacinto- en la cabeza no una, sino varias veces.
En un largo juicio, la esposa atestiguo contra Jacinto alegando que
había planeado todo, El venado no quiso que su esposa fuera a la cárcel,
así que aceptó los cargos, con la falsa promesa de Amalia de amor
eterno.
Cada viernes, Jacinto esperó la visita de su mujer, pero nunca más la
volvió a ver. Solo dos meses estuvo preso Jacinto pues el último viernes
que esperó a Amalia sin éxito, se quitó la vida, colgándose del
barandal del segundo piso del pabellón cuatro.
Al regresar, ya de madrugada a la recepción y después de tomar un
cafecito con martita, al caminar por el pasillo que era bañado por un
solo amarillento foco de 40 watts, vi a Jacinto en la silla, esperando a
Amalia.
Me acerqué lentamente y con temor, pero sin miedo me senté a su lado, el
me vio con su mirada triste y me volvió a preguntar por Amalia. Amalia
ha muerto, le dije casi en forma automática. El volteó a verme pude
ver sus ojos de cerca, ahora se que la expresión triste era dada por la
forma de sus cejas y su frente, pues no tenía ojos!!
Levantó la vista hacia el cielo y sus brazos se abrieron para después
ponerlos en el respaldo de la silla, yo me caí pues con su movimiento,
instintivamente me eché para atrás, Su boca se fue abriendo mientras un
grito espeluznante salió de su garganta.
Su cuerpo se empezó a hacer como de humo gris y lo comencé a perder de
vista, se empezó a esparcir por la habitación y un olor terrible inundó
la pequeña oficina, en ese momento el pequeño foco del corredor explotó
y me quedé casi a oscuras, iluminado por las torretas de las torres de
vigilancia y quizás, no lo recuerdo bien, por alguna linterna de los
guardias que pasan haciendo sus rondas.
Esa fue la última vez que vi a Jacinto, después de un mes me ofrecieron
un trabajo como intendente en Palacio de Gobierno y salí de las frías
paredes de Lecumberri para siempre, pero nunca olvidaré que en mi
estadía, conocí a un fantasma que creía estar vivo y su única esperanza
para continuar entre nosotros, era volver a ver a Amalia.”
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