Fue un asesino en serie, que cometió crímenes brutales a por lo menos cinco prostitutas. Supuestamente el asesino había escrito una carta dirigida a la policía: “Querido Jefe, desde hace días oigo que la policía me ha capturado, pero en realidad todavía no me han encontrado. No soporto a cierto tipo de mujeres y no dejaré de destriparlas hasta que haya terminado con ellas. El último es un magnífico trabajo, a la dama en cuestión no le dio tiempo de gritar. Me gusta mi trabajo y estoy ansioso de empezar de nuevo, pronto tendrá noticias mías y de mi gracioso jueguecito"
No obstante fue la carta recibida al presidente George Lusk del comité de vigilancia de Whitechapel, la que atemorizó más a la población: “Desde el infierno. Señor Lusk. Señor le adjunto la mitad de un riñón que tomé de una mujer y que he conservado para usted, la otra parte la freí y me la comí, estaba muy rica. Puedo enviarle el cuchillo ensangrentado con que se extrajo, si se espera usted un poco.”
Firmado: Atrápame cuando pueda, señor Lusk. El asesinato final de la lista de cinco fue el más terrorífico, ocurrido el 9 de noviembre de 1988. En dicha ocasión, por única vez, El Destripador estuvo solo con su víctima en un cuarto, teniendo todo el tiempo para desarrollar su macabra tarea.
Siendo la vida de Jack el destripador, un misterio difícil de develar, muchos investigadores, amantes de la conspiración, han propuesto teorías que incluso involucran los círculos más cercanos de la realeza británica. Uno de los más conocidos es una que involucra al propio príncipe Albert Victor, duque de Clarence, hijo mayor del príncipe de Gales, y perteneciente a una comunidad masónica. La primera de ellas indica que el príncipe había embarazado a una prostituta, y preocupado por el escándalo que podía sobrevenir decidió, en complicidad con un grupo masónico, de poner final con su vida. Muchos indican que el encargado de llevar a cargo esta misión fue el médico inglés y psicoterapeuta de la Reina Victoria, Sir William Gull, esto debido al conocimiento del manejo del escalpelo y de otras herramientas quirúrgicas.
No obstante, el problema nació cuando se enteraron que la prostituta ya había comentado la noticia con otras cuatro mujeres, también prostitutas de Whitechapel, fue entonces cuando se decidió darle muerte a las cinco mujeres, siendo la supuesta amante de Eduardo VII, Mary Jane Kelly, la última en ser asesinada. Para muchos esto explicaría el cese de las muertes, pues todo no era más que un plan concreto y dirigido para asesinar a determinadas personas.
También pudo haber sido una mujer. Es la mayor revelación de los análisis del ADN contenido en los restos de saliva todavía presente detrás de las estampillas de las cartas de Jack, el destripador a Scotland Yard. Las sospechas recaen en Mary Pearcey, quien después del quinto y último crimen del “monstruo de East End”, mató con patrones similares a la mujer de su amante, lo cual la llevó a la horca. Ella fue el único sospechoso del sexo femenino entre muchos.
Por último el asesino podría ser un barbero polaco llamado Aaron Kosminski. Esto se sabe pues hace poco se puso de conocimiento público la libreta de anotaciones del inspector que lideró la búsqueda de Jack el destripador. Según las anotaciones el barbero polaco había despertado las sospechas de los agentes policiales tras haber amenazado a su hermana con un cuchillo. Además, había un testigo que lo había reconocido, pero debido a que ambos eran judíos se negó a testificar en su contra. El barbero, que según los datos padecía de problemas mentales, no pudo ser interrogado y simplemente fue recluido en un centro psiquiátrico hasta el día de su muerte en 1919. Según el inspector encargado del caso, una vez que se capturó a Kosminski, no se volvió a producir otro asesinato en Whitechapel.
Lo cierto es que nadie sabe cuál es la verdadera historia y la identidad del asesino. Lo único que hoy en día tenemos claro es que no se trataba de un delincuente cualquiera. Sus hechos demuestran que era una persona con gran inteligencia y tal vez una educación superior a la población de Withechapel, incluso puede que fuese alguien de clase alta. Tal vez tuviese un trastorno de la sexualidad o un trastorno mental que le provocaba esa compulsividad y obsesión a la hora de cometer los crímenes. Su afán de reconocimiento y el hecho que resaltase con las cartas enviadas a la prensa su inteligencia, demuestra que también era una persona insegura y llena de complejos.
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