miércoles, 2 de noviembre de 2011

Rituales mortuorios

La muerte está llena de misterios, para algunos es un festejo y un privilegio, para otros una terrible desgracia, a continuación unos rituales mortuorios insólitos alrededor del mundo.


Sutee
En la India las viudas eran quemadas vivas junto a sus difuntos esposos. La ceremonia se llama sutee y está prohibida desde 1829 aunque se siguió practicando esporádicamente hasta 1981. La razón de que la viuda fuera quemada se debe a que en la jerarquía tradicional hindú una mujer perdía todo su valor cuando su esposo moría. Incluso, se consideraba de mala suerte toparse con ellas, tocar algún objeto de su pertenencia y hasta mirarlas de lejos, así que les parecía razonable deshacerse de ellas. En la ceremonia del sutee, la mujer acompañaba a su esposo en la pira funeraria, y los asistentes se armaban de cañas, pues la mayor parte de las viudas decidían a última hora salir de la hoguera cuando las cosas estaban poniéndose demasiado ardientes. Las cañas servían, como se podrán imaginar, para impedirles salir del fuego, ya que esto se consideraba indigno.

Momificación de los antiguos Egipcios
Se coloca el cuerpo sobre una tabla plana, y se hace un corte en el abdomen, en las momificaciones más elaboradas, el corte lo hacía un sacerdote llevando una máscara de Anubis, después, el cuerpo se lavaba por dentro y por fuera con vino de palma, el cerebro lo extraían rompiendo la delgada capa de hueso que separa la cavidad nasal y la craneal, para conseguirlo, introducían una vara en forma de garfio por la nariz, agitando el cerebro hasta que se volvía líquido y se vertía a través de la nariz. Después limpiaban la cavidad craneal con lino y la cubrían con resina caliente para sellarla. El cuerpo se sumergía en natrón durante unos cuarenta días, con paquetes de natrón dentro del pecho. El natrón deshidrataba el cuerpo, lo cual, junto a la alta concentración de sales, prevenía la aparición de bacterias y la descomposición del cadáver. Después, la momia se envolvía en una serie de tiras de lino, pegadas al cuerpo con brea o resina. Entre los pliegues se introducían amuletos mágicos para proteger el cuerpo de espíritus malignos y ayudar al alma en su viaje a la otra vida. Todo este proceso se completaba en 70 días, tras lo cual la momia se entregaba a la familia del difunto para su entierro.

Auto-momificación.
La automomificación consistía en un largo proceso en el cual el sacerdote se momificaba en vida (no se practica desde principios de 1900). Se trata de una antigua costumbre japonesa y para llevarla a cabo de forma adecuada se requerían al menos 2,000 días de preparación (unos cinco años y medio). Durante los primeros 1,000 días el sujeto no comía ningún alimento sólido más que nueces y algunas semillas. Esto tenía como finalidad eliminar hasta el último gramo de grasa de su cuerpo, los siguientes 1,000 días la futura momia sólo comía corteza y raíces de pino con la finalidad de extraer casi toda el agua de su cuerpo, cuando estas dos fases eran completadas, se le proporcionaba un té hecho con la savia de un árbol llamado urushi el cual es altamente venenoso y provoca una diarrea y un vómito incontrolables. Hecho esto, se le colocaba en una pequeña cámara donde apenas cabía el sacerdote sentado en posición de loto y se sellaba la entrada, 1,000 días después se abría la cámara y se observaba la momia. La mayor parte de las veces el procedimiento no funcionaba, pero si el sacerdote quedaba momificado se pensaba que finalmente había llegado a Buda.

Ritos de los Aztecas
El alma apenas abandona el mundo terrestre, comienza un largo viaje, para lo que el azteca debe estar preparado. Entre los dientes crispados del muerto se desliza una perla de jade que le servirá como corazón de repuesto. Cerca de las manos se colocan regalos para Mictlantecuhtli y Mictlancihuatl, señor y señora de los infiernos, para que lo acojan de manera conveniente. En torno al muerto se esparcen banderas de papel, mantas calientes, maíz, agua, y, por lo menos, un perro. Según el caso, y sin significado particular, el muerto será entregado a las llamas o enterrado. Pero antes el sacerdote le dará la última lección y los últimos consejos. Los que morían ahogados, tenían otra clase de rito. Morir ahogado significaba que desde el fondo del lago o de la laguna, Auitzotl, una especie de dragón marino, cogía a su víctima por los pies y la arrastraba hacia el fondo para darse un festín con sus ojos, sus uñas, sus dientes, y luego la dejaba subir a la superficie… Nadie osaba mirar a un azteca muerto de esta forma. Se le fabricaba una litera cuidadosamente adornada con juncos, se le instalaba con delicadeza sobre ella y se le conducía a un pequeño oratorio al borde del agua, denominado ayaucalco. Los músicos tocaban la flauta con los ojos cerrados… Todos los demás muertos, los que no pertenecían a Tlaloc, eran quemados. Para ello se les vestía de manera especial, de fiesta. Ya vestido se colocaban las rodillas bajo el mentón, en posición fetal, y para mantenerlo así se empleaban ataduras muy fuertes. Mantas suaves o blancas, superpuestas, lo envolvían como un pesado fardo, también atado con cuerdas.

Entierro “aéreo” tibetano
En el Tíbet, se piensa que el cuerpo es solamente un envase para el alma, por lo que no tiene ninguna importancia. Además, la madera es excesivamente cara, y quemar un cuerpo es un proceso prohibido. Además, el suelo rocoso y permanentemente congelado es tan duro que es casi imposible cavar una fosa dónde enterrar el cuerpo. Por estas razones, cuando una persona muere es desmembrada y sus entrañas se ofrecen a los buitres, los cuales despachan hasta el último trozo del cadáver, incluyendo los huesos, que se trituran y se mezclan con harina para que las aves se los coman.

La exposición corporal de los aborígenes australianos
En algunas regiones del norte de Australia, los aborígenes tienen su propia forma de lidiar con la muerte. Una vez que la persona ha fallecido su cuerpo es colocado en una elevada plataforma de madera y se le cubre con hojas y ramas hasta que toda la carne ha sido consumida por los insectos y las aves, después los huesos son llevados a alguna cueva abandonada o depositados en el hueco de un árbol. En algunas ocasiones son los familiares quienes los resguardan, pero la casa y las posesiones del fallecido deben ser destruidas o abandonadas, y se prohíbe que el nombre del difunto se pronuncie, pues eso atraería al fantasma del muerto.

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